sábado, 23 de abril de 2016

¡Feliz Día del Libro! Un avance de JUDIT

Hoy es el Día del Libro, y no puedo perder la ocasión para, desde este pequeño gran atril que es este blog, desearos que encontréis las obras, las historias, las emociones que os hagan sentir viv@s, conmovid@s, amad@s. Y si no las encontráis, que sean ellas las que os encuentren a vosotr@s.

Soy consciente de que me he tomado un tiempo de silencio, que no ha sido mucho, pero con la velocidad con que en la actualidad se mueven las relaciones en el mundo de las redes sociales, se ha hecho una diminuta eternidad. Por eso, y aprovechando la ocasión del día que hoy nos ocupa, quiero presentaros el primer adelanto de lo que será mi nueva publicación: JUDIT.

Por ahora no quiero desvelaros más detalles, y dejar que esta carta que remite uno de los personajes de la historia al otro hable por sí misma. Y si os gusta, pronto tendréis JUDIT al completo, con sorpresas incluídas.

Gracias por estar ahí, con todo mi cariño,

Francisco Lavín Pérez-Stauder.



EXTRACTO DE JUDIT (CARTA)

-“Hola, sé que el correo utilizado quizá no sea de tu agrado, pero el inspector me profesa fidelidad absoluta y aprovechando esta circunstancia me he puesto a escribirte. Como es la cabeza ¿verdad? Tantas ideas y cuando vas a plasmarlas te arrecian las dudas sobre qué palabras apostar, cómo orientarlas, cómo transmitirte todo lo que siento.
Veinticuatro horas que no he dejado de pensar en ti. Sumarán otras tantas más sin advertirte. Por cada retazo de tiempo que atraviesa mi vida, tu figura profesa renovada en contraposición a este obligado retiro. Impertérrita, este movimiento fugaz me transporta a un mundo (mi mundo agotado, marchito) y al cerrar los ojos este universo de cristal se vuelve vívido y cambiante. Apareces inventado, hermosísimo y cercano. Tus manos recogen las mías acariciándolas suavemente y tus labios besan los míos, sin pudor, sin miedo. ¡Atrevido!
Delicada como papelina de fumar me consume el fuego que brota de tu boca y las cenizas acunadas por el viento me llevan a espacios que desconozco y en los cuales me dejo llevar, como las mentiras creyéndolas verdades, como la niña de la mano de su padre.
En sueños puedo andar, no me importa si me he perdido, no me importa donde me halle ni donde te encuentres, porque tropezaré a tu lado mi dulce vida. Acertaré de una forma u otra, no sé cómo, no me preguntes dónde albergo la certeza entre un mar de dudas, pero lo presiento. Te buscaré, horadaré la tierra de norte a sur, bajaré a los infiernos si es preciso, y si tuviera que interpelar y rogar ayuda al mismísimo Hades lo haría.
Es tal mi desesperación por ti, te amo, ¡dios mío como te amo! Y ¡sí! Me he humillado, me he arrastrado dejando atrás mi dignidad, mi orgullo. Todo. Pero Te quiero y no sé como abandonar esta cruz que llevo a mis espaldas. ¿Te preguntas alguna vez que ha sido de mí? ¿Visualizas mi cara, mis manos, mi piel? Yo lo hago constantemente, no ha pasado un solo segundo que mi mente no haya tejido trozos de tu memoria. Y los he guardado junto a mi corazón, a sangre y fuego.
Tan pronto como apareciste, te marchaste. No puedo engañarme y menos contigo. La culpa fue mía… del todo. Los tiempos, como en música, no iban equilibrados y en cuanto supe de ti quise correr arramblando con todo sin pensar siquiera que entre toda esta vorágine de fuertes emociones también te atropellé.
Reuní las fuerzas necesarias para encontrarte, es cierto que mi paso por la política me ayudó a ello (contactos, llamadas, favores, contra favores) y fui confeccionando detalle tras detalle un perfil de tu vida laboral, deportiva, sentimental, lúdica. De ahí supe a lo que te dedicabas, importándome un bledo el motivo y los porqués de ello.
No busco compasión con esta carta y estas palabras, pero me ayudan a expresar o al menos a romper el choque inicial de sentimientos enfrentados desde la última vez que nos vimos. Tu exilio (perdona si utilizo esta expresión) inició el camino de una fuerte depresión. Ahora lo llevo un poco mejor pero los días, las semanas, los meses y años que tu figura se esfumó de mi lado no han mermado un ápice el deseo de saber de ti. Y Te quiero. Intensamente.
He roto a llorar y recuerdo como si fuera ayer tus palabras de despedida. ¡Lo siento amor mío! Te juro por lo que más quieras que jamás, de ningún modo quise hacerte daño, fragmentar una vida hecha y no encuentro las palabras adecuadas a este sentimiento de culpabilidad permanente, no las hallo y sobre todo no puedo revertir y transformar todo lo ocurrido.
No puedo pedirte que me perdones porque no tengo derecho ni siquiera a eso. El amor me llevó por caminos desérticos y solitarios, sin ayuda de ningún tipo, me perdí y te zaherí sin pretenderlo. Es todo lo que puedo decir. Ruedan lágrimas sobre mis ojos serenos y claros como la verdad de todo lo que relato y de sabor tan amargo como la tristeza que invade mi alma.
Cuando los principios son barridos por la necesidad nadie espera comprenderlo. Y eso fue exactamente lo que sucedió y las consecuencias créeme, las he pagado con creces, pero me niego a no seguir luchando por aquello en lo que he creído desde que mis ojos y todo mi ser pernoctaron en tu vida.
Ahora ya sabes toda la verdad y me siento realmente agotada, caduca con todo lo que me rodea. Exprimo mis últimas ilusiones puestas en un rudo inspector. Desconozco si todo lo escrito lo albergarán tus manos alguna vez, tan solo de pensarlo me ruborizo. ¡Qué infantil creencia! Pero es todo cuanto poseo.
¿Te acuerdas cuándo y cómo nos conocimos? ¿Te acuerdas de nuestro primer beso, de nuestros arrumacos, de cuando nos enrollamos por primera vez en aquel pueblo en fiestas? Lo que nos costó perdernos, creo que tu hermano mayor no nos quitó ojo en toda la noche. Fue fantástico, como nos reíamos de nuestra inocente aventura escondidos tras los bajos de un camión viéndole pasar con cara de muy pocos amigos. ¡La bronca que te llevaste después fue monumental! Y la mirada que me echó… fiuuu. Me río al recordarlo. Y lo perpetúo para no morirme en el olvido de tu memoria. Como brotaban nuestros “Te Quieros” como nos susurrábamos palabras de amor encendidas sin despegar nuestros labios entrelazados.
Era tan hermoso, transportada a un mundo de fantasía me hiciste la mujer más radiante del mundo. Te veía muy feliz a ti también, siempre arrobándome con aquellas miradas sustraídas al tiempo entre el grupo de amigos. Tu guiño de ojos, tus breves notas de palabras vivas.
Nuestras señales secretas como cuando te tocabas el lóbulo de la oreja para decirme que me amabas, tu “Siempre P”, y aquella canción de un grupo llamado Poison con su “I wont forget you” o “Every rose has it´s thorn” ¿sabes? ¿No me la pusiste como cien veces seguidas en el coche de tu padre? Eras tremendo, pero te veía tan abstraído con cada reproducción que me quedaba maravillada viéndotela cantar. Te amo. Te amo más que mi vida.
¿Y recuerdas aquella tarde solos en casa fundiéndonos a besos en el salón? Era verano, me cogiste de la mano y sin decirme nada subimos al segundo piso en aquella buhardilla pequeña como la casita de un gnomo. Allí me tumbaste en la cama y tu vergüenza desapareció recorriendo con tus manos mi pecho y el resto de mi cuerpo. Fue la primera vez que te oí gemir, la primera vez que nos manchamos asustándonos, la primera vez que iniciamos el camino hacia un mundo extraordinario y nuestro. De nosotros y de nadie más.
No sé qué más puedo contarte ni que palabras utilizar. No sé nada amor mío. No sé absolutamente nada de ti… y sin embargo te siento tan cerca como para llegar a olerte. Me cuesta escribirte, te parecerá extraño, pero es así. Me he vuelto muy llorona, sensible a casi todo lo que me rodea.
Te voy a pedir un favor, algo ajeno a todo lo que te voy contando, tampoco estás obligado a ello pero para sería como un soplo de aire fresco y necesito respirar. Es esto: si esta carta llega a tus manos porque el destino ha querido que sea así, consérvala junto a ti y si te sientes con fuerza contéstame por favor. Ten paciencia con el inspector él es mi único enlace entre mi vida y la tuya. Confío en que te encuentre.
No puedo ofrecerte nada más que lo mío. Te quiero y te amo. Intensamente. Tú. Mi vida, mi religión, mi ser, mi universo. Mi todo.”-

Francisco Lavín Pérez-Stauder.





No hay comentarios:

Publicar un comentario