martes, 26 de enero de 2016

Conjura

Se nos acaba un año...y otro vendrá a ocupar su lugar. Pero cuando una persona ha entrado sin pedir permiso dentro del corazón, al marchar deja un vacío insondable. El tiempo es el único remedio, mas no se trata de una ciencia exacta. Siempre queda el recuerdo, que es la secuela del amor.

De esto habla Conjura.

Feliz año viejo, feliz año nuevo.



CONJURA

Ella me miró y yo respondí a aquella mirada. La respondí en silencio, aquel silencio que habla y no calla. Aquel silencio que enmudece cualquier error. Al cabo de cierto tiempo pecamos, así lo dice el manual eclesiástico y así lo dictamina la ética social. Pecamos con fe, también con pasión y en cierto modo con cierta locura, al borde del abismo creímos caer. También tuvimos miedo y nos transformamos en héroes. En héroes de barro, diminutos y escondidos de todo cuanto habita nuestro alrededor. La amaba y ella me amaba, sus besos perforaban mi ser, era una especie de locura celestial, vaso sagrado donde tragaba su propia esencia. ¿Por qué se le llama pecado cuando todo lo nuestro estaba cimentado en el amor? Jamás quisimos romper lo que nos unía a lo terrenal, nos prometimos preservar lo nuestro, nuestros hijos, nuestras vidas, nuestro mundo. Sabíamos que nos íbamos a estrellar, a rompernos en mil pedazos, a sufrir. ¿Pero como no aceptar ese reto, como no aceptar el cáliz mostrado ante mí? ¿Cómo? Era mi sueño, su sueño transformado en vida, lo era todo para mí. Lo carnal se hizo virtud, su cuerpo derribó mi fidelidad, sus ojos penetraron los míos y mi yo se transformó en su yo. Mis brazos al abrigo del bosque cuyo riachuelo bordeaba el campo recorrieron su cuerpo, mi lengua violentó su boca, mis labios rompieron los suyos y mis manos recorrieron palmo a palmo el deseo hecho pasión. Su tez, nívea como el algodón se tornó roja como la sangre, no quise conocer el límite de su dolor y ahondé sin duda en el umbral del sudor, fue un tormento que aceptamos juntos. Amnesia. El tiempo es un gran aliado de aquello que no queremos olvidar, porque permanece aunque tu conciencia y tu mente destinen a otro lado su campo de visión. Ella se fue y no la volví a ver jamás, quedaron otras muchas cosas, detalles, arrumacos, empujes, impulsos, risas, sonrisas y mucho amor. Lo hablamos en infinidad de ocasiones, no tenía sentido seguir así, seguir en un tablero donde no hay llegada, no hay meta, donde juegas para perder y donde solo los perdedores apuestan por la quimera del amor. Aposté y perdí. Pero si he de ser sincero, ¿quién no renunciaría a jugar sabiendo que en el otro lado te encontrabas tú? Yo no pude. Y perdí. Lo perdí todo. Absolutamente todo.

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